El destierro del paraíso hormonal
Las mujeres partimos de una herida común: el destierro del paraíso. El paraíso habitaba en nuestro cuerpo donde vivíamos con abundantes hormonas del bienestar: Oxitocina, serotonina y endorfinas, vinculadas a las sensaciones placenteras físicas y emociones amorosas. De forma puntual segregábamos testosterona, cortisol y adrenalina. Éstas, vinculadas a la resolución de conflictos, situaciones de peligro y consecución de metas.
Esta estructura tenía las condiciones necesarias para que, pudieran segregar abundantes y constantes hormonas de la felicidad. Por eso, el apoyo era real, manifiesto y comprometido entre mujeres, en su cotidianidad. Una mujer sentía la pertenecia a un grupo con el que podía contar para todo.
Cuidado, ayuda, compartir penas y alegrías, afecto, historias, cantos, bailes, sensualidad, espiritualidad y saberes, era la GINECOMPAÑÍA.
Felicidad femenina = felicidad familiar
Las mujeres, desde hace miles de años hasta la actualidad, han vivido con el patriarcado una pérdida paulatina de la estructura primigenia. Generación tras generación.
Para que una mujer sienta placer/amor es imprescindible sentirse segura, cuidada, apoyada, relajada… Entonces, cuanto más aumente el estado de alerta menor será el estado de gozo.
Cuidar de los demás y saberse cuidada aseguraba el 90 % de la oxitocina que necesita una mujer para afrontar su vida con tranquilidad y alegría. Estar enamoradas de la Vida y regenerarse. El 10 % restante podía provenir (o no) de su pareja, por lo que el nivel de exigencia y de desencuentros era menor.
Finalmente, la expulsión del Paraíso Terrenal afectó a todas las personas y al entorno. La felicidad de una familia, comunidad o sociedad depende directamente de la felicidad de sus mujeres.
Al separar a las mujeres entre sí, dejan de sentirse cuidadas. Empiezan a segregar cortisol, adrenalina y testosterona. Cada vez más estresadas viven en modo alerta constantemente. Entonces, vulnerables, perdidas y solas resultan fáciles de seducir con modelos para recuperar el estado del bienestar perdido: el mito del amor romántico y el consumismo. En ambos casos entra en una rueda de insatisfacción profunda. Cada vez se esfuerza más y más para conseguir la supuesta felicidad que estos modelos prometen…
Insatisfacción y enfermedad
Esta frustración y agotamiento en la búsqueda provoca apatía, sumisión, enfado y rabia que “nodebeserexpresada”. También fibromialgia, depresión, ansiedad y enferma el sistema endocrino de las mujeres, sobretodo a nivel ginecológico.
Cada síntoma, además, supone un nuevo mercado del negocio de NO sanación. Incluso se medicalizan procesos fisiológicos y naturales, devaluando los efectos secundarios y las drogodependencias legales que generan. Sobrepeso, fertilidad e infertilidad, acné, dolor de regla, mamas, síndrome de ovarios poliquísticos, síndrome premenstrual, menopausia precoz, insomnio, endometriosis, miomas, cáncer, etc.
Como resultado, esto alimenta más el consumo porque las mujeres no se rinden y están buscando porque saben que es posible otro mundo, Nuestro cuerpo sabe. Nuestra intuición, aunque oxidada, nos habla a gritos.
Revolución de amor
Para asegurarnos una buena cantidad de oxitocina en nuestras vidas vamos a llevar a cabo la Revolución Hormonal. Para empezar, amarnos y enseñar a los hombres cómo amar a las mujeres. Seguidamente, vamos a encontrar compañeras, crear grupos de mujeres de apoyo mutuo. Mujeres comprometidas, más que amigas, una verdadera familia… Yo todavía estoy en ello. A fin de cuentas, no resulta fácil, pues las mujeres, como cualquier criatura salvaje que ha sido herida, necesitan mucha paciencia para volver a confiar.