Son las 6.45 de la mañana, escribo ilusionada por el día que va a despertar… el solsticio de invierno
Otoño.
El otoño de 2018 ha sido para mí una gran sacudida de las hojas secas del árbol que me habita. Cambios simultáneos, entrelazados, paralelos e intercalados que sabiamente han sido diseñados para mi crecimiento. Bien trazados, hilados y bordados.
Observadora en medio de tanto cambio, interno y externo, he de reconocer que me gustan las aventuras. Me hacen sentir fresca, viva, vibrante, ante la magia que nos guía en cada instante.
Escribo hoy, solsticio de invierno, desde mi centro. Con agradecimiento a todas las personas, circunstancias, conflictos, encuentros y desencuentros que tanto me han enseñado. Sobre todo, me agradezco a mí misma por haber sido capaz de acoger y asimilar las enseñanzas, de las que estoy segura sólo puedo vislumbrar la punta del iceberg.
Elijo vivir plenamente, en coherencia y en paz
Siento que, cuando me doy cuenta de algo, conecto eslabones perdidos en la infinitud de mi recorrido. De verdad, siento que estoy sanando por toda la Humanidad. Soy un pequeño y gran ejemplo de lo que es vivir y cada paso cuenta.
Vivo con la paciencia y la claridad de que todo tiene un sentido, que no existe la casualidad. La mayoría de cosas son inevitables, donde mi voluntad y mi poder se expresan a través de mi cuerpo, mi intuición, mis sueños y pensamientos. En cada prueba, en cada momento, puedo confirmar que soy yo la que elijo vivir plenamente, en coherencia y en paz.
Gracias
En este solsticio de invierno, agradezco:
- El primigenio desamor con mi madre, porque me conectó con la Gran Madre.
- El dolor menstrual que me ha reconciliado con la feminidad.
- El desamor con los hombres porque me hizo buscar el amor fraterno entre las mujeres.
- También, el desamor con l@s hij@s porque me enseña a aceptar a los demás, a mí misma y a mis sombras.
- El desamor vivido con las mujeres porque me ha ayudado a honrar el amor de los hombres.
- El desamor con la humanidad porque me ayudo a confiar en la Naturaleza.
- Agradezco el desamor conmigo misma porque me ayudó a reconocer mi espiritualidad.
- Agradezco la enfermedad y el miedo porque me han enseñado a amarme tal y como soy.
Mujer libre, mujer salvaje
Hoy, día del solsticio de invierno, un universo confluye en mí. Desde Orba, viernes 21 de diciembre de 2018: Último día de escuela. Último filtrado del año de Ginevitex. Empieza la Tienda Roja Marina en La Casa Madre. Primer día de sangrado en este ciclo menstrual. Hoy, aquí, ahora, a mis 43 años, me autoproclamo una MUJER LIBRE.
En éste último día hacia la oscuridad, honro con todo mi amor la energía sagrada femenina, hoy manifestada en la Luna llena que se encuentra con la luz. A partir de mañana, empiezan a crecer los días. Honro, también, la energía sagrada masculina, representada por el Sol.
Sol y Luna, cara a cara.
Cara a cara se pueden mirar directamente a los ojos. Reflejarse eternamente luz y sombra, profundidad y calor, anhelos y suspiros, mareas de agua dulce y salada, orgasmos expansivos e introspectivos, magia dorada y plateada sobre los contornos de la realidad.
Hoy es un día para celebrar, liberar, ritualizar, comprender, ser sinceras con nuestro caminar, abrazar, agradecer y sentir al fin que todo es perfecto.
Mujer semilla, me lanzo al abismo, confiada y merecedora del placer de volar en libertad. Ligera como una pluma, como la espuma o como la semilla del diente de león hasta llegar a la tierra fértil que me espera, en la que me transformo de nuevo. cíclica, amante… Para recrear aquí, en la Tierra, el paraíso que todas y todos portamos en cada célula e impronta de nuestro Cuerpo-Ser.