Es curioso que nombrar a Casilda Rodrigáñez, para algunas personas, es algo realmente significativo. Muchas mujeres aseguramos que leer su obra ha dado un sentido a nuestra vida y, a la vez, para la gran mayoría de personas es una gran desconocida.
Al igual que una de mis misiones es dar a conocer la Planta Maestra Vitex agnus castus para el bienestar de la mujer, dar a conocer la obra de Casilda es prioritario para retomar la estructura social que por naturaleza humana nos corresponde.
La represión del deseo materno y la génesis de la sumisión inconsciente
Fue en Menorca donde encontré la primera planta de Vitex, que recolecté y tomé para mis dolores de regla hasta que me quedé embarazada.
Nos trasladamos a Mallorca, porque yo tenía claro que quería parir en casa y allí había un grupo de matronas que atendía partos en casa. Partos acuarianos inspirados en la Clínica Acuario de Beniarbeig, muy cerca de Orba, Alicante, donde ahora se encuentra la sede de Ginevítex. Embarazada de mi primer hijo nacido, Xaloc, mi amiga Bárbara me dijo: Tienes que leer este libro: “La represión del deseo materno y la génesis de la sumisión inconsciente”.
Reconozco que no lo leí por completo. No porque no me interesara, sino porque no necesitaba de tantos argumentos, pruebas, razonamientos, ejemplos, etc… Era como si mi alma hubiera reconocido cuál era mi propósito en esta vida. Como si despertara de un largo letargo. Era mirar desde un nuevo prisma todos los hilos y actos de la realidad, hasta entonces tan extraña para mí.
Crecí con la sensación de pertenecer a otra familia, a otra época. Me sentía perdida, inconexa, ajena a mi generación, dolida por tanta injusticia a mi alrededor y, lo peor, no saber de qué forma podía contribuir a mi bienestar y al de la sociedad en general.
Este libro de Casilda puso frente a mí una idea principal: La pareja básica y primigenia de amor, es la de la madre-criatura, no la de pareja entre personas adultas. Parece una obviedad pero, si realmente una sociedad se organiza en torno a esta estructura básica, el mundo que conocemos se deshace totalmente.
El mundo no está hecho para ser madre
Comprobé, tras nacer mi primer hijo, que la sociedad me relegaba a un segundo plano. Me infantilizaba, me ninguneaba. El mundo no está hecho para las madres.
Me sentía sola, desprotegida, inútil y discapacitada. Ya no contaba en el mundo adulto. Los lugares diseñados para mí como madre eran el parque, la casa y el centro de salud. Ya no tenía dos manos libres entre: coger al bebé, cambiar pañales y los pechos ocupados. Sabía que lo que hacía era algo muy especial e importante, era sostén de Vida, pero… Había una voz interna y externa, un plan bien hilado para que el nivel de autoexigencia con el nuevo rol me impidiera ser feliz siendo madre y nada más. Quería tener comida sana, ropa limpia y la casa ordenada. Aquello era un reto inalcanzable, me desesperaba y andaba muy cansada. Las doulas y libros sobre maternidad consciente decían que descansara todo lo que fuera posible junto al bebé. Yo no veía la forma de hacerlo.
La revolución de ser madre
Quería seguir formando parte del mundo social y cultural. De algún modo, mi voz o experiencia no contaba si salía fuera de los grupos de crianza. Supe que no había podido entrenarme con otras madres y bebés. Estar separados era algo artificial, así que fui al cine, a conferencias y charlas con él. Viajé en tren. Me juzgaban como “mala madre” y “egoísta” por salir fuera de los lugares estipulados para madres. Lo peor era intentar desayunar en un bar o ir a un concierto en esa época, ya que era imposible por el humo del tabaco. Me debatía internamente y me resistía a resignarme a no ser yo misma.
Con el tiempo, he aprendido que ser madre y crear la vida desde ahí es algo revolucionario en sí. Juntarse con otras madres, enlazar vínculos, compartir fluidos y desorden, dejar de hacer y dedicarse a amar y amarse es algo realmente difícil para una mujer como yo, que ha tenido carencia de madre.
Pariremos con placer
He observado cómo el sistema apoya la auto-traición de la díada madre-criatura. Sea por la pareja, por el descanso, por el trabajo, por la estética, por la salud… Cualquier excusa es válida con tal de que no te dejes arrastrar completamente por la locura del amor hacia tu hij@.
Reconozco que es un amor sexualizado, te toca los pechos, los chupa, los lame y se contrae tu útero: ese gran desconocido que nos muestra en profundidad Casilda en su libro “Pariremos con Placer”. Como madre con tu criatura, sientes placer y deseo de estar con ella en la cama durante horas. Como amantes que son, sin hacer nada más. El deseo materno, el amor de la madre y el deseo de toda criatura es amar y ser amada, de todas las formas más sanas y placenteras posibles.
Como decían las fundadoras de Vía Láctea, la Revolución Calostral: la oxitocina como hormona del amor, del orgasmo, del parto, de la crianza. Los vínculos fraternos se tejen con madres con abundante oxitocina. Sin ella, sin madres, la fuente de la paz desaparece.
Escondiendo a la mujer salvaje
Pero eso no es lo que se espera de una “buena madre”. Tienes que estar con tu criatura bien vestida y peinada, en su carrito, trona o parque. La mujer salvaje escondida en un cajón oculto que ni sabes que está.
Loca de amor, enamorada de tu bebé y reprimida sexualmente a todos los niveles. La depresión posparto como síntoma de la tragedia que se comete. La madre misma es la que rompe ese deseo materno, se traiciona como mamífera y así perpetúa la saga del patriarcado. Somos las transmisoras de los valores, las que crean los vínculos, por eso controlando a la mujer y su sexualidad, controlas una civilización.
Si acallamos nuestra esencia y somos capaces de dejar llorar a nuestras criaturas, nos preparamos para soportar y callar ante la injusticia social y ambiental. El menú de horrores consentidos ya está en la mesa, un menú donde entran también la violencia obstétrica en los hospitales, la medicalización como plaga de nuestros cuerpos y mentes de mujeres, la violencia doméstica, sin seguir nuestro instinto y nuestra intuición, nos enfermamos en esa desconexión y se enferma la sociedad misma.
Casilda Rodrigáñez
Su Infancia
Dice Casilda que su madre la crió desde el complacer, palabra que yo ya había olvidado. Sus padres permitieron que ella se guiara por sus deseos, sus apetencias y gustos, por el pulso de vida que nace de tus adentros desde el placer.
Casilda pensaba que eso era lo normal y que todas las personas crecían así. ¡Imaginaros en el contexto de la dictadura de Franco! ¡Nada más lejos de la realidad!
Además, su padre, amigo de los poetas de la Generación del 27, cada día le leía poesía con todo el sentir de su corazón. Así creció Casilda con el calor del amor a la libertad y a las palabras. Vivió exilio en París y, aunque abandonó sus casi terminados estudios de Biología para trabajar y poder vivir, su pasión ha sido leer, investigar, estudiar, escribir y criar.
Casilda como madre
Ser madre le despertó un amor tan grande, que le dio una gran fuerza de voluntad. Esta fuerza, unida a su curiosidad incansable de entender, la llevó a investigar las raíces del patriarcado en diferentes campos: Biología, antropología, historia, medicina, anatomía, filosofía… Una mujer sabia, comprometida, sencilla, lúcida y cercana. Vinculada siempre a movimientos sociales, desde el partido comunista (por el que la llevaron a prisión), hasta crear la Asociación Antipatriarcal y su Manifiesto en Defensa de l@s Niñ@s, participar de forma altruista en conferencias sobre maternidad y nacimiento libre y consciente, y un largo etcétera.
Casilda ha sido, y sigue siendo a sus 73 años, una referencia inspiradora y reveladora como mujer, madre, abuela, investigadora y activista.
Casa Madre
Todos mis proyectos, sobre todo la Casa Madre de Orba están inspirados en la obra de Casilda. Mi hija Nayma de 7 años está impregnándose de comadreo, sororidad, libertad y amor en comunidad. En mayo del 2019 organizo las 1as Jornadas de Salud Femenina desde el Placer, inspiradas en sus aportaciones y en mi experiencia atendiendo a mujeres diariamente en la consulta personalizada de Ginevítex.
Reconozcamos que amor de madre nos ha faltado a todas las personas. Un amor sin dudas, sin filtro, sin medida ni norma. Un amor salvaje, desbordado, apasionado, instintivo, gozoso y exuberante. Irremediable como que las flores se convierten en frutos a la luz del sol. Un amor de madre que bendice tu llegada al mundo, te colma de abrazos, caricias, besos y lametones. Te acoge en sus pechos y su vientre para poder ser quien eres, porque la carencia del amor primario nos deja incompletas. Con carencia e inseguridad vendemos nuestra alma al diablo por un beso, un “te quiero”, aunque no nos convenga en absoluto, un vacío que el patriarcado y el capitalismo precisa para prosperar a costa de nuestra integridad y felicidad.
El camino que propongo para sanar esta herida común es el autoamor, el autocuidado de nuestra niña interior y la Ginecompañía, donde apoyarnos y sostenernos con respeto, para la reconciliación y la armonía entre el masculino y el femenino, dentro y fuera de nuestra piel.
Nos amo,
Ana Vitex
Os dejo este video con una charla de Casilda por si os resulta interesante.
“El patriarcado es un vacío de maternidad” Victoria de Sau
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