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La Semana Mundial de la Lactancia Materna se celebra cada año entre el 1 y 7 de agosto. Creada por WABA, una red de personas y organizaciones dedicadas a la protección, promoción y apoyo de la lactancia materna en todo el mundo.
Después del boom de la lactancia artificial en los años 70, hoy podemos agradecer la cantidad de información que existe para que las mujeres opten por la lactancia materna, la cual ha vuelto como opción principal para la mayoría de mujeres de nuestra época.
Hablar de lactancia desde el comienzo de la humanidad es algo más que evidente, ya que somos mamíferas. En la prehistoria, no hubiésemos podido sobrevivir sin esta capacidad.
En las civilizaciones antiguas, como la mesopotámica o babilónica existían códigos políticos que obligaban a dar leche materna a los hijos. Se recomendaba el amamantamiento hasta alrededor de los tres años.
Dentro del Código de Hammurabi (1800 antes de Cristo), existen normas sobre las nodrizas, regulando la paga y las formas de ofrecimiento de este servicio. Ser nodriza era considerado un trabajo honorable.
En Egipto el amamantamiento se extendía también hasta los tres primeros años de vida. La leche materna era el alimento irreemplazable, y garantizaba una vida hogareña para los lactantes bajo la tutela y amor de sus madres.
Entre los griegos, el amamantamiento también era considerado una práctica primordial. En Esparta, solo podían conseguir el trono, aquellos hijos del rey que habían sido alimentados por su madre. Hipócrates (400 aC), en Aforismos, clasifica las edades de la vida en siete, nombrando la primera como infancia o edad de la lactancia.
A lo largo de la historia, el uso de nodrizas fue muy habitual, sobre todo muy solicitadas por la clase alta, ya que la familia que la contrataba adquiría un cierto prestigio en la comunidad.
Las nodrizas dejaban de considerarse esclavas debido a la unión entre ellas y los niños, ya que estos crecían más sanos y fuertes.
En Europa, las mujeres de clase media alta no amamantaban a sus hijos, haciéndolo mediante nodrizas, leches de animales y preparados de cereales.
A pesar de que se fomentaba la práctica de la lactancia, esta era asociada al envejecimiento prematuro, desgastes y dilatación de los pechos. Por lo que el trabajo de nodriza quedó para las mujeres de clases bajas.
Los primeros ensayos en alimentación infantil con leche de vaca de la era moderna se realizaron en el siglo XVII y ocasionaron una gran mortalidad.
La llegada de la revolución industrial y la incorporación de la mujer al trabajo (sobre todo de las clases sociales bajas o medias) no favoreció en absoluto a la lactancia materna. En esta época se fomentó la leche de vaca como alternativa.
Los erróneos conocimientos médicos de la época tampoco la favorecían, ya que pensaban que dar de mamar, más allá del noveno mes, provocaba al bebé raquitismo, enfermedades mentales y pérdida de peso.
Además, también creían que originaba cansancio, cefaleas, vértigos, sordera, ceguera y locura en la madre.
No es de extrañar que a muchos niños no se les diera el pecho.
A mediados del siglo XIX, la industria empezó a analizar la leche materna en un intento de crear un sustituto lo más similar a ella, y así se produjo la primera leche de fórmula.
La presión de la industria en la mitad del siglo XX y el vender la “ventaja” de libertad de las madres trabajadoras y una “mejor nutrición” para sus hijos, hizo que disminuyera radicalmente la promoción de la lactancia materna, de manera que la lactancia artificial fue el método de alimentación preferido.
Aunque respetamos que cada mujer elija de qué forma quiere alimentar a su hijo/a, los estudios científicos demuestran los innegables beneficios de la lactancia materna para la salud del bebé.
Además, se considera que los beneficios de la lactancia materna no se limitan a la duración de la práctica, sino que se extienden hasta la vida adulta, con repercusiones en la calidad de vida a largo plazo.
Están disponibles muchas publicaciones sobre las cualidades de la leche materna, sus beneficios y repercusiones en la salud, estimulando la práctica de la lactancia materna y apoyando campañas como la Semana Mundial de la Lactancia Materna.
Es ampliamente conocido que la lactancia materna es una etapa importante en el proceso reproductivo de la mujer y que su práctica es beneficiosa tanto para la madre como para el bebé, pero la mayoría de la información se centra en los beneficios para el bebé y no se mencionan tanto los beneficios para la madre.
La lactancia es una característica diferencial de los mamíferos y tanto la síntesis como la secreción de leche son procesos bioquímicos y neuroendocrinos complejos que involucran las terminales sensitivas de la areola y el pezón y están bajo control hormonal.
Por lo tanto, la lactancia es el resultado directo y natural del embarazo y el parto, como parte integral del proceso reproductivo que beneficia a la madre y al niño simultáneamente.
La interacción de todos estos factores culminará con la producción de leche y, definitivamente, causará cambios en el organismo materno al favorecer también buenas condiciones de salud física y emocional para la madre lactante que se prolongan en su vida futura.
La lactancia materna (LM) parece estar relacionada con la buena salud física y emocional de la madre durante el puerperio, el período de lactancia y toda su vida futura.
Estudios epidemiológicos han demostrado que, en comparación con las mujeres que no amamantaron, las mujeres lactantes reportaron buscar atención médica con menos frecuencia, una menor frecuencia de enfermedades respiratorias, cardiocirculatorias y gastrointestinales, así como menos síntomas relacionados con problemas emocionales.
Sobre esta base, los beneficios para la salud de la mujer lactante son:
La succión temprana de la región areal-mamilar es uno de los estímulos más importantes para la producción de oxitocina, que también es responsable de la contracción uterina, acelerando el retorno del órgano a su tamaño normal y reduciendo la posibilidad de que se produzca una hemorragia posparto y anemia.
Altos niveles de oxitocina pueden aumentar el umbral del dolor, reduciendo el malestar materno y contribuyendo así a un mayor sentimiento de amor por el bebé.
Durante el período de lactancia, se suprimen tanto la progesterona como los estrógenos, con la aparición de un período de infertilidad.
Mientras la madre amamanta exclusivamente, su protección contra el embarazo puede llegar al 96% durante los primeros 6 meses, asegurando así el espaciamiento entre embarazos.
La amenorrea de la lactancia puede explicarse por la inhibición de la actividad ovárica resultante de los altos niveles de prolactina que conducen a la inhibición de la hormona gonadotropina y a la interrupción de la ovulación.
Durante el embarazo, el cuerpo de una mujer acumula un peso de ∼ 3 kg de grasa, que será utilizada a lo largo de los primeros 6 meses de lactancia.
Sobre esta base, habrá un pérdida de peso más rápida y el retorno a las condiciones pregestacionales, con una reducción mensual promedio de 450 g en el peso materno, ya que la oxitocina liberada también ejerce sus efectos lipolíticos y anorexigénicos.
Quizás este no sea un tema que preocupe a todas las mujeres, pero a muchas les proporciona una sensación de mayor autoestima y satisfacción con su imagen corporal, reduciendo la posible ocurrencia de factores emocionales negativos que puedan interferir con la producción de leche y con la práctica de la lactancia materna.
El nacimiento de un hijo suele ser motivo de alegría y placer para la familia. Sin embargo, se sabe que más o menos un 13 % de todas las puérperas pueden desarrollar signos y síntomas de depresión dentro de un período de 12 semanas después del parto.
Entre estas mujeres, se ha encontrado que los niveles de oxitocina son más bajos que los de otras nuevas madres.
Estudios recientes han demostrado que la oxitocina es un elemento fundamental para la estimulación del vínculo entre madre e hijo, desencadenando efectos positivos como la vocalización con el bebé, mirarlo a los ojos, favorecer el tacto y las caricias.
Las madres han informado que se sienten más tranquilas, menos agresivas y estresadas, de mejor humor y más interesadas en socializar desde los primeros días del posparto.
La lactancia materna también puede actuar sobre un mecanismo de regulación de la secreción diurna de cortisol, con una concentración estable de la hormona que posiblemente reduzca el riesgo de depresión posparto.
Estudios recientes han demostrado que las mujeres que no inician ni mantienen la LM tienen un mayor riesgo de depresión durante el período posparto.
Existe una asociación inversa entre estos fenómenos debido a las condiciones hormonales y psicológicas que ocurren durante las primeras 6 a 8 semanas del puerperio, ya que la hormona lactogénica, la oxitocina y la prolactina pueden tener efectos ansiolíticos.
Esto atenúa el estrés a través de respuestas neuroendocrinas, ya que la LM se asocia con niveles reducidos de hormona adrenocorticotrópica (ACTH) y cortisol. La succión del seno materno precedida por el contacto piel con piel desencadena este proceso y cuanto mayor sea la duración de este contacto, menores serán los niveles de cortisol.
Se pueden identificar varios factores como fuentes de estrés para la puérpera, que representan una sobrecarga muchas veces incompatible con la personalidad y capacidad de una mujer para desempeñar su papel de madre:
– La tarea física del cuidado del bebé junto con otras actividades del hogar,
– las pocas horas de sueño,
– los cambios en la imagen corporal,
– la menor actividad sexual y
– la presión emocional de intentar ser una buena madre y cumplir todas las expectativas.
En esta situación, la LM puede actuar reduciendo los niveles de estrés por su efecto en la reducción de los niveles de cortisol y ACTH, reduciendo consecuentemente los niveles de ansiedad.
Además, el fortalecimiento del vínculo madre-hijo es un potente estímulo para el mantenimiento de la LM por el mayor tiempo posible, cerrando un círculo virtuoso que tiende a beneficiar tanto a la madre como al niño.
El tejido graso visceral o intraabdominal acumulado por una mujer durante el embarazo es metabólicamente más activo que la grasa depositada en otras zonas y está relacionado con enfermedades cardiocirculatorias.
Sin embargo, estos depósitos pueden movilizarse durante el período de lactancia, proceso que continúa ocurriendo en paralelo a la LM, reduciendo el peso materno y el riesgo de diabetes mellitus tipo 2.
La neoplasia mamaria es el cáncer ginecológico más frecuente, bastante prevalente después de la cuarta década de la vida, aunque también puede presentarse antes de los 40 años con frecuencias que oscilan entre el 17 y el 36 %.
Varios estudios han señalado los beneficios del tiempo de LM y su consecuente efecto protector frente al riesgo de cáncer de mama, ya que la reducción de los niveles de estrógenos durante el periodo de lactancia reduce las tasas de proliferación y diferenciación celular.
La exfoliación del tejido y la apoptosis epitelial al final del período de LM pueden contribuir a la reducción de la probabilidad de que surjan células con mutación en los tejidos mamarios.
Se estima que el riesgo de cáncer de mama se puede reducir en más del 4 % por cada año de LM.
El cáncer del epitelio de ovario es una de las neoplasias que más afectan a las mujeres y suele diagnosticarse de forma tardía, con la consiguiente reducción del pronóstico de supervivencia.
Algunas teorías han indicado que sus causas pueden estar relacionadas con la proliferación celular y traumas de ovulación ininterrumpidos.
Por otra parte, la supresión de las gonadotropinas (hormona luteinizante en particular), la baja concentración de estrógenos y la consiguiente anovulación y amenorrea provocada por la LM se han considerado factores protectores.
Se estima que el riesgo de desarrollar cáncer de ovario se reduce en un 2% por cada mes de LM.
Los estudios de metaanálisis han observado una relación inversa entre estos eventos y han informado que la protección es mayor cuando el tiempo de LM es mayor a 10 meses.
Un análisis de estudios prospectivos de cohortes y de casos y controles ha demostrado que las mujeres que nunca han amamantado tenían una probabilidad de más del 30 % de desarrollar cáncer del epitelio ovárico.
Además de ofrecer un menor riesgo de desarrollar cáncer de ovario entre las mujeres lactantes, la lactancia materna también puede aumentar la esperanza de vida de las mujeres que ya han desarrollado la enfermedad.
En los últimos años, varios estudios epidemiológicos han señalado alguna relación entre el cáncer de endometrio y la LM y han demostrado que períodos prolongados de LM se asocian con un riesgo reducido de este tipo de neoplasia.
La endometriosis es una enfermedad ginecológica común que afecta a más del 10% de las mujeres en edad reproductiva.
Los síntomas comunes incluyen dismenorrea, dispareunia e infertilidad, y las mujeres que padecen esta afección crónica pueden experimentar una amplia variedad de síntomas, que van desde un dolor leve hasta una enfermedad extremadamente debilitante.
Según un estudio, la duración total y la LM exclusiva se asoció significativamente con un menor riesgo de endometriosis. Por cada 3 meses adicionales de LM total por embarazo, las mujeres experimentaron un 8 % menos de riesgo de endometriosis, y las mujeres que amamantaron durante ≥ 36 meses en total a lo largo de su vida reproductiva tuvieron un 40 % menos de riesgo de endometriosis en comparación con las mujeres que nunca amamantaron.
La prevalencia de la diabetes mellitus tipo 2 ha ido en aumento en todo el mundo en paralelo con los cambios en la dieta, el sedentarismo y la obesidad que afectan a gran parte de la población.
En este sentido, es oportuno destacar una importante acción de la oxitocina, que es la reducción de la resistencia a la insulina.
Los estudios de metaanálisis han detectado una asociación inversa estadísticamente significativa entre la duración de la LM y el riesgo de diabetes tipo 2.
Un importante estudio de revisión detectó una asociación inversa y dependiente de la dosis entre LM y diabetes tipo 2, con una reducción del 4-12% del riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 con cada año adicional de lactancia.
Por el contrario, entre las mujeres que nunca amamantaron, el riesgo fue un 50 % más alto en comparación con las que amamantaron incluso durante períodos cortos de 1 a 3 meses.
La lactancia materna puede contribuir a la reducción del riesgo de osteoporosis en la vida futura, ya que se ha demostrado que las mujeres lactantes tienen una masa ósea con mayor densidad mineral.
Aunque el organismo de la mujer pierde calcio durante el período de LM (con la producción de 800 ml/día de leche una mujer puede transferir hasta 200 mg de calcio diarios, que se recuperan tras el destete y con el regreso de la menstruación), existen mecanismos compensatorios que aumentan la absorción intestinal y renal de calcio y su movilización desde los huesos, restableciendo así la densidad mineral ósea.
Durante el período de lactancia hay una pérdida ósea del 4 al 7%, especialmente en la columna lumbar y la cabeza femoral, que se revierte alrededor de 1 año después del destete.
El efecto protector de este mecanismo de desmineralización ósea es directamente proporcional a la duración de la LM.
Los estudios que correlacionan la LM con la presión arterial han detectado niveles más bajos de presión sistólica y diastólica entre las madres lactantes durante el período de LM, con la observación de un efecto de respuesta a la dosis de larga duración, aunque este efecto puede no persistir hasta la vejez.
Los cambios vasculares, como la placa aterosclerótica, el aumento del grosor de la pared y la reducción de la luz arterial, aumentan el riesgo de enfermedades cardiovasculares, hecho que ha despertado el interés de algunos investigadores en el estudio de una posible asociación entre la lactancia y estos cambios vasculares.
Las mujeres que amamantan durante períodos prolongados, de 7 a 12 meses después del primer parto, tienen un riesgo 28% menor de desarrollar enfermedades vasculares en comparación con las mujeres que nunca amamantaron.
Estos hallazgos también están asociados con la pérdida de peso y el trabajo metabólico al que es sometido el organismo materno para la producción diaria de leche, que puede persistir incluso después del destete, contribuyendo a un efecto benéfico sobre el organismo materno.
Las mujeres con un tiempo total de LM de más de 2 años tenían una probabilidad 23% menor de desarrollar enfermedades coronarias que las mujeres que nunca amamantaron.
El síndrome metabólico (SM) es el resultado de diversas alteraciones que incluyen la obesidad central, la hipertensión arterial, la dislipidemia y la resistencia a la insulina, que, cuando se asocian, conllevan complicaciones graves y elevadas tasas de mortalidad.
Se sabe que las mujeres que amamantan por períodos prolongados tienen menor riesgo de incidencia de SM, después de que se ajustan otros factores, como el índice de masa corporal y la paridad, por ejemplo.
Uno de los mecanismos más importantes involucrados en esta ocurrencia es la reducción de la resistencia a la insulina proporcionada por la LM, ya que se ha observado una reducción del 12% en el riesgo de desarrollar SM por cada año de lactancia.
Un reciente estudio de metanálisis demostró que la LM se asocia con un menor riesgo de aparición de artritis reumatoide entre las mujeres lactantes, ya sea que la duración de la LM sea superior a 12 meses o no.
Estudiaron una cohorte de ancianas inglesas y observaron que el riesgo de desarrollar enfermedad de Alzheimer era menor entre las que habían amamantado, posiblemente debido a los efectos hormonales de los estrógenos sobre los receptores cerebrales y de la sensibilidad a la insulina desencadenada por la LM.
La esclerosis múltiple es una enfermedad autoinmune crónica con una susceptibilidad y un curso de la enfermedad que están influenciados por factores reproductivos, afecta predominantemente a mujeres durante sus años fértiles y el riesgo de recaídas se reduce significativamente durante el embarazo y la LM exclusiva.
Entre las mujeres que tuvieron hijos vivos, una duración acumulada de la lactancia materna de ≥ 15 meses se relacionó con un riesgo reducido de esclerosis múltiple en comparación con 0 a 4 meses de lactancia materna.
En conclusión, debido a su importancia individual y colectiva, el acceso a la protección y el apoyo de la lactancia materna se ha enmarcado como un derecho humano.
La lactancia juega un papel importante en la recuperación materna del embarazo y puede determinar múltiples aspectos de la salud materna en la vejez. Por lo tanto, informar a las mujeres embarazadas sobre los efectos de la lactancia en la salud materna fortalecería sus intenciones de amamantar.
Sin embargo, es importante y necesario respetar los deseos y derechos de la madre, quien debe tener autonomía para decidir cómo alimentar a su hijo.
Sabemos que la lactancia no es fácil en este sistema patriarcal en el que vivimos, en el que tenemos que incorporarnos al trabajo cuando nuestros hijos tienen 4 meses, pero merece la pena informarse e intentar mantener la lactancia, si así lo deseamos, ya que no solo aporta beneficios al bebé, sino que, como hemos visto, aporta muchos beneficios para la salud del resto de la vida de la mujer.
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